Friday, January 27, 2006

En el centro del huracán

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Me perdí en él. Se abrió entero, engullente, y me trasladó por su espiral. Aparecí en el desierto. Recuerdo que esa mañana, aún en la ciudad, Me detuve un minuto a mirar el cielo. Estaba inusualmente intenso. Pensé: “Tiene una sustancia nueva. Una densidad de verano. Un pigmento del Sahara”. Y entonces llegó el golpe. Lo siguiente que recuerdo es la sensación de estar en el ojo de un huracán. Tan en el centro de su furia que ésta no me tocaba. Todo lo demás, alrededor, era vibración. Se fue aplacando lentamente. Comencé a sentir mi corazón. Estaba a alegre. Inexplicablemente feliz. Abrí los ojos. Y vi es desierto. Unos hombres vestidos de azul me observaban. Uno de ellos, en cuclillas, humedecía mi rostro con agua aromatizada con rosas. Jasmina sorprendida por un súbito entender, deposita con suavidad el tambor en el suelo y permanece en cuclillas, atenta al desarrollo nítido de enlaces que se producen en la pantalla ahora límpida de su mente. La tarde cae con un despliegue de rojos. Y un silencio redondo protege sus descubrimientos. La repetición de los nombres de Dios, rítmicamente, vuelve desde el infinito. Y hace su aliento sereno y profundo. Le sobreviene esa Jasmina tan esquiva que habita en lo más profundo de su corazón. Experimenta un nuevo contacto con el despertar. Diamantes del Camino. La Yasmina tóxica se debilita en un enjambre enredado de palabras vacías. Hasta desaparecer. La Yasmina del temor a la vida no está a la vista. Ni se la siente rascar el ánimo desde las sombras. Y aparece, domina todo, el otro lado de sí misma. El lado infinitamente mayúsculo, el más grande, y la transforma. En luz. No hay dualidad. No hay nada que comprender. El equilibrio se expresa en Yasmina con vibraciones, con sonido. Sigue un impulso al ponerse de pie e introducirse con su tambor y su cuerpo dentro de la música que la encarama en una escalera de luz, mientras danza en éxtasis su giro derviche. Sus ojos dejan ver los relumbres de la embriaguez. Es la proximidad incontestable del Enamorado. El insecto quema parte de sus cáscaras en la luz. Pero aún sigue vivo. Ve la estrella de Charlie. La ve en una especie de sueño que vive sin dormirse. Primero su luz ardiente. Su impaciencia. Luego su búsqueda. Su confusión. Y soledad. Al fin, su reencuentro total consigo mismo. Ve que sus diamantes aparecen casi todos juntos en el Camino. Ella, durante cuarenta días y sus noches, deberá mostrarle cómo ha de buscar su ritmo más interno a través de la música, del giro, el tambor.

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